lunes, 28 de mayo de 2012

David de Bernini

Frente al joven héroe mítico, laureado, vencedor sin esfuerzo de la sinrazón, consciente de su virtus, de Donatello (1409, y hacia 1433) y Verrocchio (hacia 1475); frente al gigante bíblico de Buonarroti (1501-04), tenso por la misión que le ha sido ordenada por Dios y que, aun con temor, va a ejecutar; Bernini elegirá a un hombre adulto y vulgar, a un pastor que, en un instante, arrebatado por la ira, esgrime la honda contra su enemigo. En ninguna otra obra se acercó tanto Bernini, por su instantaneidad natural, a Caravaggio.

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